Sobre Lolo y sus libros – Ver de noche las estrellas

Sobre Lolo y sus libros – Ver de noche las estrellas

La vida es como un viaje más menos largo, en el que a cada fecha le corresponde su itinerario de tranvía. Así, esta noche, cuando la bombilla que se apaga ponga en mi cuerpo un cartelito de ‘A encerrar’ quiero haber ido hasta Dios por los raíles de las criaturas que pasan por debajo de mi balcón.

Las estrellas de se ven de noche, p. 47

 

Este es un diario de Lolo. Pero lo es póstumo, pues aunque refiera fechas anteriores a su muerte (lógicamente), fue publicado después de que fuera llamado a la Casa de Dios.

En concreto, este libro abarca desde el 1 de septiembre de 1965 hasta el 2 de marzo de 1971, momento en el que escribe a la última golondrina que está “sobre el cable del tendido que cruza la fachada, con la cabeza aupándose como si librara la esencia de la tarde henchida de otoño, pero queriendo avizorar realmente el gran bando de compañeras que hoy emigran”.

Así describe el Beato Lolo el ser de la última golondrina que se niega a abandonar su lugar aunque sepa que debe irse, como todo lo que vive, a otro lugar. Y así se iría Manuel Lozano Garrido, apenas unos meses después de escribir esto, un 3 de noviembre de aquel mismo año, 1971.

Realmente, cuando Lolo escribe este tercer Diario, expresa más que bien cuál es su intención de vida. Recordemos que, para entonces, ya había pasado muchos años de dolor, sufrimiento y gozo. Pues bien, en el capítulo que lleva por título “Limpiavías de sueños” dice esto:

“Andar y andar, sólo marchar hacia delante, siempre en avanzada por los caminos inciertos de los hermanos, para desbrozar y hacerles pura la tarde de este día y el porvenir del de mañana”

Las estrellas, para Lolo, se veían en aquel entonces (ya ciego) en muchas de las cosas que le pasaban y que daban sentido a su vida y que era lo que, de verdad, le importaba. Por eso escribe en la página 142 del libro:

“Es verdad que se han escabullido muchas cosas: las oposiciones, mi colaboración, la carrera y, no digamos, la juventud, sin olvidar estas viva morada que es mi cuerpo, aprisionado por el abrazo de una hiedra impalpable. Pero la vida será siempre un camino de ilusión y esperanza, y en el de mi corazón sólo destacan hoy los árboles.”

Por cierto, en las páginas 220 y 221 de este libro de Lolo se refiere a un amigo suyo, de nombre Manolo, que había muerto. Y dice algo que se puede aplicar a la perfección a Lolo, al Beato:

“¡Vaya con la debilidad de esos pobres de espíritu que no gritan en lo más atenazante del dolor y nunca pierden la serenidad de su alma ni, en su fragilidad, cancelan la esperanza porque tienen en sí la infalible promesa de ser consolados!”

¿Alguien podría sostener que estas palabras no se pueden aplicar a Lolo una a una y todas juntas?

Eleuterio Fernández Guzmán

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