Quizá Lolo sufrió tanto por esto

Quizá Lolo sufrió tanto por esto

No vamos a descubrir nada ni decir nada nuevo si sostenemos que Manuel Lozano Garrido, más conocido por Lolo y, con el paso del tiempo, Beato de la Iglesia Católico, tuvo una vida de sufrimiento físico bastante notable. Es decir, que no lo pasó nada bien como atestiguan todos los que le conocieron y como él mismo dejó escrito en sus libros.

De todas formas, a lo mejor ayuda a comprender algo lo que le pasó a lo largo de su vida tener cierta idea de cómo surgió todo o, al menos, como podemos intuir que todo surgió.

La imagen que hemos entendido venía bien al caso es la que aquí hemos puesto. Y es que podemos ver a Lolo empuñando lo que podría parecer un fusil cuando, en realidad, es algo así como una Cruz empuñada por su mano de creyente. Y es que, en verdad, su participación en la Guerra Civil no pasó de ser, por decirlo así, algo simbólica aunque, como vamos a ver, con resultados verdaderamente escalofriantes para él.

Sabemos que su hermano Agustín resultó muerto por efecto directo de aquella guerra fratricida. Y Lolo, como es bien cierto, también ocupó su lugar allí donde le correspondía estar, según sus propias circunstancias.

Ya hemos dicho otras veces que Lolo pasó tres meses en la cárcel por hacer de “Tarsicio” y llevar la comunión a los que se encontraban entre rejas y eran creyentes católicos. También que aprovechó su tiempo en prisión rezando el rosario haciendo uno con los pelos de escobas anudados e, incluso, que ni aquellas circunstancias le hicieron perder el sentido del humor que, eso sí, perduró en su corazón y en su vida siempre.

Pues bien, una vez la guerra pasó por su puerta, el bueno de Lolo fue destinado al frente de Motril (Granada). Y entre las labores que le correspondió llevar a cabo, le tocó atender el funcionamiento de una centralita telefónica.

Cualquiera diría que eso no era nada peligroso. No, en principio. Sin embargo, la cosa se complicó cuando la tal centralita no se encontraba en un lugar, digamos, ordinario (un cuartel o una casa) sino que la misma estaba en especie de cueva que, para más desgracia para Lolo, tenía un grado de humedad más que elevado y que, para más inri, estaba situada a bastante profundidad. Y allí estaba nuestro amigo la mayor parte de los días de la semana cumpliendo con aquel deber que le había sido encomendado.

A consecuencia de eso, Lolo empieza a notar que algo no va bien en su cuerpo. Y es que bien podría haber sido la estancia en aquella cueva la que pudiera haber agravado una posible enfermedad reumática que tuviera quizá sin saber o, simplemente, que al haber sometido su cuerpo a una alta humedad acabó, en efecto, por contraer la dicha enfermedad que habría sido, por así decirlo, originada por aquella misión que le hicieron cumplir. Pero influir todo aquello… seguro que influyó.

Poco a poco se sintió peor de aquello y, cómo sería la cosa, que sus jefes acabaron enviándolo al hospital-base que se encontraba, no por casualidad, en su Linares natal. Y allí le pilló al final de la guerra que había tenido unas consecuencias físicas para Lolo que irían, como sabemos, a peor.

Eso sí, todo aquello, por muy malo que fuera, no le impidió seguir llevando una vida plena y, verdaderamente, entregada.

Fotografía: Cómic «El secreto de Lolo» de Blanca Aguilar Liébana
Texto: Eleuterio Fernández Guzmán

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