Sobre Lolo y sus libros: El mundo visto desde un sillón de ruedas

 

Sobre Lolo y sus libros – El mundo visto desde un sillón de ruedas

 

Cuando Manuel Lozano Garrido escribe su primer libro, al que puso de título “El sillón de ruedas”, ya llevaba tiempo haciendo gran parte de su vida en tal espacio reducido. Es decir, aquel sillón de ruedas al que hizo protagonista principal del título de su primer libro lo iba a acompañar algunos, muchos dirán que muchos, años y será un protagonista especial, aunque mudo, de su vida.

Bueno, en realidad, nos atrevemos a decir que aquel sillón, que es muy conocido por las imágenes que han quedado del mismo, habló a través de las letras de aquel a quien llevaba allí postrado.

A veces, a este respecto, viene muy bien ponerse en la piel, ahora en el asiento y en las ruedas, de alguien, ahora de un sillón de inválido (como le gustaba llamarse al propio Lolo) para ver qué podría pasar por sus partes blandas y menos blandas acerca de aquel a quien transportaba.

A lo mejor podría pasar algo así:

“ Este Lolo me resulta un tanto extraño. Y es que muchos de mis compañeros que llevan a otras personas, siempre dicen que no están nada contentas y se pasan gran parte del día maldiciendo a muchos: a ellas mismas por encontrarse en tales circunstancias, a los demás que les tienen lástima y, en fin, al mundo entero. No saben, al parecer, que están ahí y que van a estar mucho tiempo pues sus enfermedades no son fáciles ni llevaderas y han de sufrir mucho.

Sin embargo, Manuel no es así. No. Cada día, cuando lo ponen en mi asiento no me maldice sino que se abraza a mí porque dice que puedo ser la cruz sobre la que llevar una vida sufrida para completar los sufrimientos, dice, de un tal Jesús…

En realidad, este Lolo ansía sentarse en mí porque, enseguida gusta mucho ser acercado a la ventana y, desde allí, ve el trajinar del gentío en la calle y le gusta eso mucho cuando se da cuenta de que alguien viene a visitarlo. Entonces, me mueven de sitio y me acercan a su mesita donde conversa con quien haya venido o espera ser tratado por el médico si es él quien se ha acercado a su casa a suministrarle alguna medicina de las muchas que necesita.

Tengo que decir que algunas veces he posado con él para que nos hagan una fotografía y, la verdad, no he salido mal del todo aunque sé que quien mejor da en cámara es Lolo, que siempre está dispuesto a sonreír a pesar de lo mal que lo pasa el buen hombre.

Muchas veces me pregunto de dónde saca la fuerza Manuel para seguir adelante pues está algo más que enfermo. A lo mejor es de las oraciones que escucho que hace, así, en voz baja, para él y para Quien las hace. Y, es más, un día, incluso me dio las gracias, dijo, por querer soportar a alguien tan inútil, dijo, como él. Pero yo, que sé cómo es, le di a él las gracias (aunque no me oyó) por poder darme la oportunidad de serle útil.”

Y no nos extraña, para nada, que Lolo quisiese que su inseparable sillón diese tan bien en cámara pues estaban unidos por el vínculo del sufrimiento y por una voluntad, también inseparable, de dar gracias, cada cual, según su caso, a quien merecía recibirlas.

Eleuterio Fernández Guzmán

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