Los perfiles de Lolo, segunda parte: La Piedad Eucarística

Lolo

Los perfiles de Lolo. 2- La Piedad Eucarística

 

Los males del siglo radican esencialmente en un egoísmo concentrado y en el tremebundo distanciamiento de la Eucaristía

Manuel Lozano Garrido, en Diario “Jaén”, el 30 de mayo de 1952

Es bien cierto que el Beato Manuel Lozano Garrido, digamos que, tenía un gran amor por la Santa Misa llamada, también, Eucaristía y por a Quién se recibía en ella. Y lo es porque, con el pleno conocimiento de que pocas veces (salvo cuando viajaba a Tíscar por las circunstancias de su enfermedad y las propias de aquel lugar que facilitaba la cosa) podía, por decirlo así, hacerse presente, en presencia física, en una Iglesia. Y, entonces, sólo en el caso al que nos hemos referido arriba, podía gozar de la misma de forma completa.

Eso, de todas formas, no iba a imposibilitar que, de la forma más apropiada, pudiera hacer gala de su Piedad Eucarística y de la creencia total y absoluta en la presencia de Cristo en la Eucaristía.

Tanto es así que no quería caer en lo que denuncia en la cita que encabeza este artículo. Por eso se hacía traer todos los días la Sagrada Forma a su casa pues, como hecho dicho arriba y es más que conocido, no podía ser llevado a diario a recibirla. Y un testigo de la Causa de Beatificación certificó tal verdad diciendo que “todas las tardes iban a llevarle la Sagrada Comunión. ¡Cómo impresionaba el recogimiento con que la recibía!”. Y qué decir de cuando consiguió que se celebrara la Santa Misa en su casa…

Y más adelante, en el artículo citado supra seguía diciendo Lolo:

Sí, estás ahí, Señor, con la paz inédita, con el gozo latente, la felicidad a punto, eternizando en la Eucaristía ese tu gesto secular de amor crucificado para que por tu ‘Tomad y comed… Tomad y bebed’ sea posible la purificación y divinización de nuestra pobre existencia angustiada.

Podemos ver con claridad que Lolo tenía un amor nunca desmedido por la Eucaristía y por lo que representa la misma para un discípulo de Cristo y, como él era, para un mártir diario de su fe.

Lolo era, y es por lo que podemos llevarnos al corazón en sus escritos, un enamorado de la Eucaristía Y lo era en el más pleno sentido de lo que eso significa para quien lo es: nunca daba de lado a un amor así y nunca lo olvidaba sino que, al contrario, era la presencia de Cristo en su corazón, a través de la Sagrada Forma, lo que daba sentido a una existencia tan sufrida como era la suya pero que, apoyándose en el valor divino de la Comunión, todo lo demás debía parecerle poca cosa: poco el dolor, poca cosa los malos momentos, poco a tener en cuenta el sufrimiento. Y todo eso porque, como un tal enamorado, todo lo fiaba al Dios que lo conformaba y que, en su Cuerpo y en Sangre, daba sentido a ser así, como era Lolo: “un loco, sí, pero un loco por el amor de Cristo” y por su estar contenido en la Forma Sagrada, como diría otro santo, también de lo ordinario, llamado San Josemaría.

Se ha dicho, ya para terminar, que “su vida entera fue vivir como en una oblación permanente, haciéndose “hostia”, en unión con Cristo sacrificado en la Cruz.” Y es que así era su Piedad, Eucarística.

Eleuterio Fernández Guzmán

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