Lolo: ¿Por qué nunca cansa leer lo mismo?

Lolo

¿Por qué nunca cansa leer lo mismo?

 

Ciertamente, el que esto escribe muchas veces se ha llevado a los ojos y al corazón muchos artículos referidos al Beato Lolo. Y es el caso que en muchos de ellos, por ser, cuando lo son, la presentación de Manuel Lozano Garrido, se repiten muchas cosas: siempre su Linares natal, siempre su juventud fiel, siempre su intervención de Tarsicio en la Guerra Civil, siempre su enfermedad de los huesos, siempre su sufrimiento, siempre su ceguera y siempre, al fin, su muerte con notable fama de santidad.

Con esto queremos decir que cualquiera, en unas circunstancias similares alguien podría decir algo así como “Otra vez lo mismo…”. Sin embargo, eso no sucede con nuestro hermano Lolo y, es seguro, que es por algo que está dentro del corazón de quien tiene fe.

El caso es que cuando recordamos esas circunstancias propias de la vida del linarense universal, lo rememoramos, en una forma más que cierta, a él mismo.

Así, por ejemplo, cuando leemos que nació en Linares y lo hacemos muchas veces, la verdad es que nos lo imaginamos caminando por sus calles cuando aún podía hacerlo, cómo se divertía en su Feria y cómo, por ejemplo, se jugó la vida llevando la comunión en aquella cajita de pastillas Juanolas de la que tanto hemos oído hablar.

También, cuando leemos que empezó su enfermedad, seguramente, a raíz de una estancia suya en un escondrijo en la Guerra Civil donde había mucha humedad, y repetimos eso muchas veces, no podemos dejar de pensar que supo cumplir con su misión incluso aunque eso le reportara lo que le reportó y que fue fiel hasta en tales circunstancias.

Pero es que cuando leemos, tantas veces lo leemos y nunca nos cansamos de hacerlo, que mucho sufrió Lolo con aquella su enfermedad, y que lo tuvo que pasar más que mal con los muchos tratamientos que recibió para paliar un poco, aunque sólo fuera un poco, sus muchos dolores (que eran como alfileritos que se le clavaban en el cuerpo como él mismo le dijo a una sobrina que le preguntó si tenía dolores… ¿ven?, esto también se lee muchas veces…), no podemos dejar de pensar hasta qué punto llevó la perseverancia de su amor a Dios por Quien todo hacía y por Quien todo soportaba.

Y sí, cuando leemos, otras muchas veces lo leemos, que Manuel se quedó ciego los últimos nueve años de su vida y sabemos que la gran mayoría de sus libros, y muchos artículos de prensa, los escribió-dictó, precisamente, en aquellas difíciles circunstancias de falta de la visión, entonces nos preguntamos hasta dónde es capaz de llegar quien tiene una fe que se ha fundamentado en la Roca que es Cristo, en el amor a la Eucaristía y en el sostenerse en la Madre de Dios y Madre nuestra. Y sabemos, entonces lo sabemos, que debía tener un alma a prueba de todas las asechanzas de la enfermedad y que el Espíritu Santo debía habitar, muy gozoso, en aquel corazón de carne.

De todas formas, es cuando leemos, otras tantas veces lo leemos, que Lolo murió un día 3 de noviembre, y que era el del año 1971, sabemos a ciencia y corazón ciertos que entonces, precisamente entonces, fue llamado por Dios a su definitivo Reino que llamamos Cielo por saber que es donde van aquellos que, como Lolo, son todo lo que el Padre Eterno quiere que sean. Y es cuando Jesucristo, a quien tanto amaba, le tuvo que decir algo así como “Ven, Lolo, que te espera la Casa de mi Padre”.

¿Acaso puede cansar eso?

Eleuterio Fernández Guzmán

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