«Aquella cajita donde Lolo llevaba la Comunión era como hacer presente el ministerio extraordinario de la Comunión»

Tarsicio Lozano Garrido

No. No estamos equivocados en el título del artículo de hoy como, a primera vista, pudiera parecer. Y es que aquí, como suele suceder otras muchas veces, la historia de la salvación establece relaciones aunque lejanas, más que comprensibles.

Es más que conocido que Tarsicio, luego Santo, era un joven que prefirió morir antes que ver como profanaban la santa Comunión que llevaba escondida para llevarla a los cristianos que estaban encarcelados. Corría, entonces, la mitad del siglo III después de Cristo. Para él era un tesoro lo que iba a acercar a los prisioneros.

Algo parecido le sucedió a Lolo. Y es que durante la Guerra Civil tuvo que cumplir aquella misión que llevó a la muerte a San Tarsicio. Y es que nuestro Beato hizo lo propio con los encarcelados de Linares y también llevaba la comunión en una cajita de pastillas Juanola, creemos recordar. Y aquella caja, que normalmente era utilizada para calmar dolores de garganta sirvió para calmar el alma de los que estaban en prisión por su fe.

Como resulta que en la vida de los hijos de Dios nada pasa por casualidad sino que una cosa se relaciona con la otra de forma espiritual, a Lolo aquella labor de Tarsicio lo condujo durante toda su vida. Y eso lo decimos por el amor a la Eucaristía que fue, por decirlo pronto, una forma personal de proceder.

Eso lo demuestra cuando consiguió, por ejemplo, que se pudiera celebrar la Santa Misa en su casa cosa, en aquel tiempo, más que extraordinaria.



Lolo, de todas formas, dio un paso más. Y es que, ante aquel regalo más que personal que le hicieron, pensó que lo mejor era que su máquina de escribir fuera puesta debajo de la mesa en la que, a modo de altar, el sacerdote celebraba.

Ante esto, Lucy, la hermana-enfermera-madre de Lolo, se extrañó más que mucho porque la cosa era para extrañarse. Y Lolo, que no podía dar puntada sin hilo y siempre tenía el alma donde debía tenerla, le dijo algo así como que lo que quería era que el tronco de la Cruz se clavase en el teclado y echara allí mismo sus raíces. Y eso es una anécdota que, sin duda, se convirtió en verdadera categoría de intención, de fe y de saber lo que se debe hacer según sea nuestro estado de vida.

Aquella cajita donde Lolo llevaba la Comunión era como hacer presente el ministerio extraordinario de la Comunión que, hasta el siglo VIII, era llevado a cabo por laicos. Y es que Lolo fue un adelantado espiritual a su tiempo porque no sería hasta 1969 cuando se recuperó aquel Ministerio Extraordinario, digamos, de forma general.

En realidad, el título del artículo de hoy es un dar gracias a quien unió al joven que llevó a los necesitados la Eucaristía en tiempo de persecución martirial y quien hizo lo mismo en el mismo tipo de tiempo. Y nada, aquí, es por casualidad.

Autor: Eleuterio Fernández Guzman



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